domingo, 21 de septiembre de 2014

Necesito un atrapasueños

Me pesaban los pies. Mientras iba caminado por el pasillo de la incertidumbre me pesaban los pies, y entre más avanzaba, más me pesaban. Cuando entré al cuarto de las llaves con rostro, éstos me miraban con esa sonrisa estúpida como diciéndome que lo peor estaba a penas por llegar. No creo necesario mencionar el terror que corrió por mis venas. Regresé por donde había llegado y con cada paso que daba para alejarme, los pies me pesaban menos, pero entre más lento caminaba, la pesadez iba aumentando. Era un juego extraño que con el par de veces que regresé a ese maldito cuarto comprendí. ¿Por qué regresaba? No lo sé. Realmente no lo sé, porque no recuerdo qué era lo que pasaba por mi mente entre que me ponía a salvo, y que me encontraba de nuevo yendo a ese lugar. Cuando decidí que era suficiente, llamé a la única persona a quien le tenía confianza; le conté todo y sólo me consoló con lo que aprendió del Manual para Personas Complicadas. Al menos lo intentó. Un rato después, cuando me encontraba sola y más tranquila en el comedor principal, sentí algo sobrenatural acercarse a mi. Mi corazón se aceleró y no pude hacer más que taparme rápidamente los ojos con mis manos, pero antes de que pudiera siquiera moverme, alcanze a ver la silueta aproximándose a donde yo estaba sentada. Comencé a llorar y a suplicar que por favor me dejara en paz pero cuando abrí un poco mis dedos para poder ver qué estaba ahí, me quede callada. Era como si mi tía se hubiera vestido de catrina porque aún podía ver su cabello rubio, sus ojos dulces y su sonrisa asimétrica. Pero a pesar de que pude haber pensado que por ser ella, no me haría daño, continué llorando y rogando que no me hiciera nada. Esa persona que bien pudo haber sido un familiar disfrazado me preguntaba que por qué estaba tan asustada y temerosa, pero no logré contestar sus preguntas, sólo lloraba y deseaba no estar ahí. Intentó consolarme y antes de irse, dejó un sobre con $1,700. Cuando finalmente me encontraba sola de nuevo, a quien había contado todo lo que me había sucedido apareció de pronto. Me acerqué rápidamente y con gran desesperación le conté lo de la catrina y lo del dinero que me había dejado; procedimos a abrir el sobre y cuando vi el dinero me dieron escalofrios como si hubieran sido miles de cucarachas. Aventé el dinero a la mesa y eso fue lo último que recuerdo. Maldita sea. Necesito un atrapasueños.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario