sábado, 20 de septiembre de 2014

Atrincherada

Estaba ella dando vueltas sin parar. Nunca se detuvo, más que para sobarse las manos de satisfacción. Oh sí, estaba deleitada por el hecho de que me iba a molestar durante mi sueño; con ese zumbido atroz entre el silencio de la noche y su movimiento errático y desesperante. Iba y venía como si quisera delimitar el espacio que ocupaba mi recámara para luego reclamarlo; no sé, me hartó. Y no era la única, afuera de mi cuarto había otra mosca que me siguió desde el primer piso hasta arriba, pero le cerre la puerta para que me dejara dormir. Cuál sería mi sorpresa al darme cuenta que su compañera se me había adelantado y ya estaba en mis paredes. No sabía si abrir la puerta y esperar a que saliera o arriesgarme a que su compañera se le uniera a mi tortura nocturna. Finalmente decidí soportar un par de alas solamente, puesto que una mosca atrincherada es mejor que dos. 

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