miércoles, 12 de febrero de 2014

Escalofríos de pasión

El día de ayer, con una temperatura de 8°C, una sensación térmica de 4°C y una sensación personal de -5°C, llamé a un amigo en una hora libre que tenia para preguntarle que si nos podíamos ver. Él dijo que sí, puesto que tampoco tenia clases.
Después de caminar aproximadamente 100 m, que en el frío se sintieron como 2 km, arrivé a la cafetería donde se encontraba mi amigo sólo para ver que otro amigo se encontraba con él.
Eran las 9:13 am y la gente entraba y salía del lugar como si fuera medio día. El característico sonido de la caja registradora no dejaba de sonar y el bullicio de la gente parecía nunca acabar.
Me senté en la mesa con mis dos amigos y comenzamos a bromear sobre cualquier cosa que saliera de nuestras bocas. Nos burlamos de la gente a nuestro alrededor (sin malicia, claro), nos reimos uno del otro... Fue genial. Dentro de la diversión, sucedió algo que, ciertamente, me hizo el día. Se me presentó la oportunidad de hablar sobre mi ya conocida pasión: la música. Inicié con una referencia al musical Cats (al que tuve la fortuna de asistir el pasado jueves 6 de febrero) para explicar que no cualquiera, con el simple hecho de quererlo, puede ser actor y puede ser famoso en el ámbito mismo. Se tiene que tener mucho talento inclusive para realizar actividades que no tengan nada que ver con lo que mejor sabes hacer. El punto de que mencione todo ésto, es que uno de mis amigos se sorprendió cuando hablaba y me detuvo para decirme que nunca me había escuchando hablar con tan singular fuerza y determinación en la voz. Me extrañó un poco el comentario, pero a la vez me alegró. Después pasé al tema individual de la música, dejando fuera el teatro, y mientras contaba mis exeriencias en conciertos y al escuchar mis canciones favoritas, logré que ese mismo amigo tuviera escalofrios, dos veces. Logré eso con sólo mi lenguaje corporal y mis palabras. No puedo expresar con adjetivos suficientes lo emocionada que me sentí por eso, puesto que hasta la fecha, no sé si hay alguien que piense, sienta y experimente lo mismo que yo con la música, y como mínimo, quisiera compartir todo lo que pueda con otros.
Antes de que pudiera advertirlo, el reloj marcaba las 10:06 am: iba tarde a clase y todavía tenia que caminar 2 km de frio intenso. Me puse de pie y acomodando la mochila sobre mi espalda les pregunte que si a las 11 am seguirian ahí. Me contestaron que sí, y entonces les dije que a esa hora regresaría.
Salí de ahí apresurada porque no quería llegar tarde. La clase aún no había iniciado, asi que no me perdí de nada. Por instrucciones de la maestra, tuve que juntarme con varias personas y hacer un equipo para la tarea. Me puse muy nerviosa porque sólo conozco a un chico en esa clase y ya tenía con quién trabajar y yo no soy la persona más social del mundo; entré en pánico dentro de mi cabeza. Tuve que ir hacia un grupito de personas que parecía estar buscando un integrante más y les pregunte que si podía estar con ellos; me dijeron que sí. Anotamos nuestros nombres en una hojita y nos presentamos. Aunque no quedamos en nada sobre la tarea, creo que hacemos un buen equipo. Uno de los chicos, al presentarse, extendió su mano hacia mí, y debo decir que me sentí fascinada por el gesto.
Después de eso, cada quien abandonó el salón y yo regresé con mis amigos, quienes sorpendentemente seguían donde mismo. En la segunda ronda de nuestra plática, la conversación se tornó más seria e interensante puesto que hablamos sobre nuestras respectivas familias, sobre lo bueno y lo malo de ellas. Fuimos bastante maduros en cuanto a nuestros argumentos y comentarios, lo que me hizo sentir muy a gusto estando ahí.
La hora de partir se acercaba, ya que los tres teníamos clase a medio día. Nos levantamos todos de la mesa, la recogimos y partimos. Como buenos amigos, no me dejaron a travesar el frio sola y me acompañaron a mi facultad. Cuando llegamos, nos despedimos y ellos se fueron a la suya.
Mientras subía las escaleras con pesar, iba imaginando lo que mi vida sería sin ellos y mis demás conocidos que tanto estimo, rechazando la idea de inmediato.
No plasmo aquí gran parte del día, sólo aproximadamente 3 horas de él que sin duda alguna, fueron el clímax de la tediosa jornada.

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